“Por fin llego el día,
tome la decisión de entrar en la casa de mi novia y hablar con su padre, me
tengo que presentar y hacer oficial mi relación con María.”
La casa de mi abuelo tenía un parral enorme en la puerta, donde
había un banco en el que nos sentábamos y pasábamos las veladas, recuerdo un montón
de panochas en el suelo y toda mi familia alrededor desperfollando1, en aquellos tiempos no
hacía el calor que hoy nos asfixia, la huerta mantenía ese frescor que hoy ya
no tenemos.
La puerta de la casa era enorme y no digamos la llave que la
habría, por dentro una aldaba, la recuerdo como si ahora mismo la estuviera
viendo, con su argolla, que mantenía cerrada la puerta. A la derecha en la
parte de fuera había una pequeña cocina donde hacían la comida, con leña,
alcazabas2, etc.
Una vez atravesada la puerta a la derecha había una
ventana en la que había una mesa, encima un botijo justo en medio de la
ventana, hay fue donde aprendimos mi hermano y yo a beber a cañete. En una
ocasión mi abuelo me pillo chupando y me dio un pequeño pescozón dándome con
los dientes en el pitorro, todavía me acuerdo del dolor.
Al fondo estaba la cocina de leña que prácticamente solo se
utilizaba para calentar la estancia, y hacer algún huevo, patata o moniato3 asado, por cierto a los
moniatos3 mi madre los
llamaba “Los Hijos de la Noche” y todavía no sé el porqué.
Internet y mi intriga por saber me han llevado a descubrir el
porqué de ese nombre, gracias a Vicente Sicilia Tárraga4. “Al terminar la guerra el
moniato llegó a ser todo un
lujo del que no se podía ostentar para evitar suspicacias, o el riego de que
fuesen requisados, razón por la cual se solían llevar a asar a los hornos a
avanzadas horas de la noche, de manera que se disminuyeran los posibles
espectadores al tránsito de las llandas5. Esa es la razón por la que en el argot de la época, se
les denominó LOS HIJOS DE LA NOCHE”.
La cocina tenía una
puerta que comunicaba esta estancia con la cuadra, como quiera que Salvador
permanecía todavía en la calle y sin ver lo que estaba sucediendo en el interior
y oyendo toda clase de insultos proferidos por mi abuelo Luis: “Hija de puta, la madre que te parió, te voy
a matar……………”. Todo ello acompañado de un ruido como a latigazos sordos,
con un sonido apagado.
Salvador, al oír todo
esto puso pies en polvorosa: “Coño, ese
hombre es un demonio”.
Nada más lejos de la
realidad, de buena persona que era mi abuelo.
Mi primo Luis siempre
fue un referente para mí hermano y para mi, sobre todo para mi hermano, en una
ocasión cuando éramos pequeños e íbamos
a un colegio que tenía dos clases y que estaba en el barrio de Vistabella
(Murcia), el primero que hubo en el barrio, frente al restaurante La Corra, un
crio le pego a mi hermano, mi primo lo defendió y
arreglo al agresor, eso nunca se le olvido a mi hermano.
Del año que estuve en
ese colegio a penas guardo vagos recuerdos, mi hermano me saca dos años y ocho
meses, mi primo Luis a mi hermano, por lo menos tres o cuatro, ósea, en las dos
clases había un gran matiz de edades de los niños. Mis recuerdos son de un niño
que se comía las moscas y las tizas, y que una vez y no se el porque, me
castigaron con los brazos en cruz y con libros en las manos, yo tendría cuatro
o cinco años.
Esto vengo a contarlo
porque en una ocasión en el huerto de mi abuelo, este, tenía plantado un bancal
de lechugas, estábamos cogiendo lechugas los tres, bueno yo miraba, mi hermano
tirando de la lechuga y no podía arrancarla, y mi primo le dice: ”Eso así no se hace, le das una patada en el
cogollo y la lechuga salta”. Como quiera que mi abuelo no andaba lejos, y
nos vio dándole patadas a las lechugas, empezó a arrojarnos tormos6. “La madre que los parió dándole patadas a las lechugas”. Sus nietos
podíamos comer de todo lo que tenía plantado, pero lo de darle patadas a las
lechugas era otra cosa.
Continuemos con el
desenlace de esta historia, mi abuelo estaba ordeñando una cabra en la cuadra y
cuando casi tenía llena la olla de leche, la dichosa cabra le metió la pata en
la olla, el ruido que sé oída eran los sombrerazos que le estaba dando a la
cabra. De ahí el
cabreo de mi abuelo con la cabra, los insultos y sombrerazos que le daba.
No sé si esta historia
es cierta o no, mi padre siempre la contó como tal, aunque he de reconocer que
era muy bromista.
1 Deshojar las
panochas de maíz.
2La caña después de cogida la panocha, seca, se usa para
hacer chozas o cercas a los bancales de hortalizas.
3La palabra “boniato” sufre entre los
“murcianos-hablantes” la deformación de sustituir la “b” por “m”, con lo cual
se le denomina “moniato”.
5Bandeja de metal que se utiliza como soporte o
recipiente para introducirla en el horno.
6Pequeña
masa suelta de tierra compacta.
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