domingo, 29 de marzo de 2015

DIARIO DE UN LUTO*


Cada vez que lo recuerdo siento una angustia amarga, que me sube desde el estómago, un dolor en la garganta que me tapona los oídos y la nariz, humedeciendo los globos oculares; esto me sucede a diario.
Ese día me levante pensando que seria el día elegido. Cuando estoy en mi casa no suelo tener el teléfono móvil a mi alcance, solo en dos ocasiones lo he llevado, la noche que me llamaron para que fuera a despedirme de mi madre y esa mañana del uno de septiembre.
A mi hermano, siempre lo he tenido ahí para todo lo que he necesitado.
Me puse a arreglar la puerta del garaje y efectivamente no eran las once de la mañana cuando recibí la llamada. Estaba seleccionado, hasta ese momento tenía una desazón en todo mi cuerpo. Él yacía sobre la cama, inerte, con un aspecto esplendido pero sin vida.
Hoy he estado en el cementerio, me encontraba a gusto, he estado paseando, estaba tranquilo y relajado, estoy con mi familia, manteniendo una conversación conmigo mismo.
Han pasado dieciséis meses desde que nos abandonó mi tía Encarna, once meses desde que falleció mi madre María y cinco desde que nos dejo mi hermano, Juanjo. Cuando vivían intercambiábamos opiniones, pedíamos consejos, aunque tengo que reconocer que cuando eres joven, a veces, no los tienes muy en cuenta.
Mi madre siempre ha sido un referente en cuanto al darme consejos y al cómo educar a mis hijos, era muy buena educadora e inteligente, el tenerla cerca fue de una gran ayuda, nunca se lo agradeceré lo suficiente, ella al principio fue reticente pero al fin me salí con la mía y conseguí el que se viniera a mi casa.
Me vienen imágenes a mi mente, de mis seres queridos ya desaparecidos. Ver a mi madre en la cama de urgencias tan indefensa, con el pecho descubierto con lo friolera que era, para mí fue un dolor insoportable.
Lo de quedarme huérfano en cinco meses está siendo muy duro.
Si dramático y doloroso es la perdida de mi hermano, injusto e inesperado el fallecimiento de un amigo en el mismo mes, como siempre será Pepe Sánchez.
Tengo perdidas de memoria, me he caído de la moto con ella parada, no sé lo que ha sucedido no me lo explico. No he asistido a la misa en recuerdo de mi tía Encarna, me lo recordó mi tía Concha, con mi consiguiente enfado, llame a mi prima todo indignado, mi cabeza esta perturbada.
Hoy 26 de febrero ha fallecido mi tía Concha, hermana de mi madre.
A veces estoy triste y lloro, pasan, pasan las horas.
La vida es una aventura que continua y en muchos casos, incluso a nuestro pesar.
Llevaba algún tiempo que no sentía esa angustia amarga, pero hoy en el entierro de la madre de Antonio (el Largo), ha surgido. No pensaba subir al cementerio pero al ver a Rubén (Pepín), otro gran amigo de mi hermano, me he animado y justo allí ha surgido. Ver el dolor de unos hijos y nietos por la perdida de su madre y abuela, afloran en mí las emociones que no puedo reprimir. Rubén me ha enseñado dónde está enterrado Benjamín (Piojo), lo he visitado, me ha recordado la muerte de Santiago hermano de Benjamín, que nació el mismo año que yo. Haciendo memoria fue un atropello de un autobús, he conseguido recordar ese rumor que corrió por el barrio de Vistabella y que un niño con 13 años puede guardar en su memoria. Realizado el entierro, Rubén se ha dirigido a visitar a mi hermano, me he despedido de todos, no me gusta mostrar mis emociones en público, los suelo visitar a todos con mucha frecuencia, al salir del trabajo que esta justo frente al cementerio.
Que muera una persona siempre es una desgracia. Que hayan muerto mi madre y mi hermano con cinco meses de diferencia para mi es una tragedia.
Hoy cinco de febrero de 2015, hace un año que falleció Antonio Abellán, vecino y amigo. He asistido a su misa de recuerdo, he pedido una tregua a la muerte. A la vida siempre la acompaña la muerte, su pareja eterna, que lastima que no pueda divorciarse.
Durante la vida nos vamos apoyando en bastones, a medida que nuestros seres queridos nos abandonan, nos vemos más desvalidos, dificultándonos el avance, haciendo la vida mas cuesta arriba.
Veintisiete de febrero, hemos recordado a mi tía Concha, un año ya de su fallecimiento, nadie muere si hay alguien para recordarlo. Dos años ya desde que falleció María, lo voy llevando mejor, aunque la procesión sigue viajando por dentro.
No sé, primero lo titule “Angustia amarga” después “Diario de una conversación conmigo mismo”, más tarde “Diario de un luto”, aunque mas bien debería de titularse “Diario de unas muertes encadenadas”. Para mí la vida es un diario de muertes encadenadas.

* La Dra. D.ª Josefa Blanco, poco tiempo después de suceder mi tragedia hablando al respecto, me comento que hay un tiempo de luto, en el cual los recuerdos y los sentimientos los tenemos muy presentes, de ahí el título. 

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